Ana María Battistozzi, Junio 2017

Tiempo atrás, cuando el impulso que desde siempre condujo la obra de Stella Benvenuto hacia el color empezó a deslizarse hacia la minuciosa técnica del bordado, le sugerí que prestara atención a la obra de Bispo do Rosario. Ella se encontraba entonces en pleno proceso de explorar posibilidades con hilos e hilados pero el encuentro con este artista fue, según confesó más tarde, una suerte de epifanía que produjo no tanto un cambio en su imagen como un cambio de actitud ante los poderes amplificadores de la imaginación. Quedó fascinada con un pensamiento, que poco tenía que ver con el mundo real o con el acontecer puntual de la hora, pero que se encontraba sin embargo profundamente conectado con la realidad de un mundo que él mismo se había creado. Un mundo que lo preparaba cotidianamente para el ingreso a otro mundo mejor que el que le había tocado en suerte personal. Lo curioso de este hombre, que vivió cincuenta años en un psiquiátrico produciendo un universo simbólico sorprendente, es que haya encontrado en el bordado el instrumento privilegiado para dar rienda suelta a su imaginación. Para ello trabajaba trece horas por día deshilachando telas, pergeñando cosmogonías y plasmándolas obsesivamente en superficies bordadas. La pieza central de esa labor cotidiana fue una capa que Bispo do Rosario diseñó para presentarse ante Dios el día del Juicio Final pero también y, entre tantas otras cosas, un uniforme de almirante confeccionado por él mismo. Acaso el sentido último de ese empeño obsesivo no era otro que el de una huida que lo habría de elevar por encima de las miserias del mundo que le había tocado.
La práctica del bordado ha significado también para Stella Benvenuto un medio de concentración en un universo propio con crecimiento en profundidad antes que en extensión. Importa señalar sin embargo que las iconografías de uno y otro poco tiene que ver entre sí. Es innegable que la de Stella remite a la naturaleza a la que ha acudido como referencia una y otra vez. Pero participan ambos de un mismo régimen de producción que tiene la virtud de alentar la fantasía por sobre todas las cosas en un ámbito de libertad que se dieron ellos mismos. Stella parte de dibujos que realiza, naturalmente como una escritura rápida sobre papeles de distinto formato. Formas que derivan unas de otras y combinan las de carácter orgánico con signos abstractos en vigorosos contrapuntos de color. Un dinamismo gestual, rápido, fluido y automático preside esta primera instancia que el bordado revierte con su proverbial lentitud. Tiempos diferentes y perceptibles ante cualquier mirada. Se trata de dos temporalidades complementarias: mientras el dibujo aporta el dinamismo que da lugar a cada una de estas piezas, el bordado se detiene en la textura, el color y la calidad de cada detalle que tanto debe a la tradición de la pintura. Una es la de la línea, el hilo y el derrotero la aguja y otra la de las variaciones dinámicas del bordado que más bien se aproximan al lirismo propio del pastel o la acuarela.

Ana María Battistozzi, Junio 2017